domingo, 8 de abril de 2007

15 de Marzo, Día Mundial de los Derechos del Consumidor


Con el progreso de los nuevos tiempos se han ido incorporando facetas primordiales en los privilegios básicos del ser humano. Cada paso dado en la evolución de los principios del hombre, es un avance más en la elaboración de las leyes que nos aportan un mayor bienestar de vida. Este día de vital trascendencia se celebró por vez primera el 15 de Marzo de 1983, veinte años después de que John Kennedy estableciera las bases de lo que sería, con posterioridad, la defensa de los derechos del consumidor. A partir de entonces, cada 15 de Marzo las organizaciones de consumidores conmemoran este día, tratándose asuntos concretos en el ámbito global.


J. M. GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ / UNO CONTENIDOSEn 1962, John Kennedy, con esa habitual destreza en los momentos donde, su poder discursivo, tomaba el cariz de la palabra hecha ideología patriótica de una nación, dijo en el Congreso de los Estados Unidos: "Ser consumidor, por definición nos incluye a todos (…) Somos el grupo económico más grande en el mercado, que afecta y es afectado por casi todas las decisiones económicas públicas y privadas... pero es el único grupo importante cuyos puntos de vista a menudo no son escuchados".
Esa Carta de Derechos acaparaba una prerrogativa elemental del ser humano, que se transparentaba sobre la sociedad como una pura manifestación de la libertad. Recogía este decreto "el derecho a la seguridad, a la información, a la elección entre una variedad de productos y servicios a precios competitivos y a ser escuchados por el gobierno en la formulación de políticas de consumo". Momentáneamente, se añadieron otros derechos que comprendían "la reparación, la educación del consumidor, la satisfacción de las necesidades básicas y la preocupación por un medio ambiente saludable y sustentable".
La realidad de una nueva economía Es incuestionable que en una libre economía de mercado, el individuo ha de poseer una formación sustancial a la hora de ejercer sus derechos como consumidor. De ahí que el establecimiento de unas pautas legislativas que defiendan este concepto, sea un eslabón esencial en la frágil cadena que compone la formación de un estado desarrollado.
Aquella definición honesta de la libertad que Kennedy instauró en el seno de una sociedad avanzada, recogía como punto de partida germinal el "derecho a la educación del consumidor". Esto significaba hacer hincapié en la formación de los consumidores; el motivo que lo sustentaba era, simplemente, el de no ser engañados. Para qué mayores palabras cuando la economía mundial, esa constante pugna de las sociedades aventajadas, avanzaba como un monstruo de siete cabezas arrasando sistemáticamente los cimientos de la moderación social.
Por razones obvias, la historia de la economía mundial ha sido el propio detonante de la creación de los derechos humanos. Para solventar semejante caos casi institucional, determinados líderes y expertos en salud pública, auténticos gurus del S. XX, tuvieron que instaurar novedosas realidades sociales que solventaran, de algún modo, semejante cúmulo de despropósitos afincados en un capitalismo intempestivo y radical.
Al consumidor, indefenso ante tal avalancha de intereses mercantiles, no le quedaba otra opción que usar la única arma que le permitiría enfrentarse a este efecto contranatural de la economía: el conocimiento necesario que lo formaba para iniciar "acciones" legales -debidamente asesoradas y respaldadas por entidades oficiales- contra aquellos elementos que perjudicaran sus derechos no ya como consumidor, sino como ser humano.
La economía imperante es una corriente abrupta de propósitos mercantiles, a veces un auténtico desbarajuste comercial de cambios y contrastes, que en muchas ocasiones sólo confunden al comprador. ¿Quién no se ha sentido ofuscado, en alguna ocasión, ante el laborioso plantel de precios, ofertas, garantías, nulas reparaciones, defectos del producto no reconocidos o supuestos beneficios a largo plazo de las casas comerciales?
Esto ratifica unas líneas extraídas de uno de los numerosos documentos creados con motivo del día 15 de Marzo: aquí se recoge que es necesaria la información y educación del consumidor para que éste posea "un papel relevante que le cabe en una economía de mercado: en el proceso de compra para una mejor distinción entre las necesidades reales y las ficticias creadas por la sociedad de consumo desenfrenada. Por lo tanto, la realización de un análisis permanente del papel del consumidor con respecto a las relaciones de consumo es pues, un proceso diario para el mejoramiento de la calidad de vida del ciudadano".
La creación de entidades que defienden los derechos del consumidor, que informan y asesoran sobre los distintos cauces que hacen valer sus intereses, ha sido un verdadero hito histórico en el ascenso de una sociedad civilizada. Su razón principal estriba en la posibilidad de que el consumidor establezca sus compras a partir de un criterio racional de lo que hace, que sean "capaces de realizar elecciones informadas y conscientes de sus derechos y responsabilidades".

La educación del consumidor se estructura así a partir de varios puntos que resumen la política de compra que debe seguir el individuo, sobre todo el sujeto que, socialmente, se encuentra en mayor desventaja: "Conocer los derechos del consumidor; desarrollar en sentido asociativo como medio para la defensa de los intereses de los consumidores; aprender y adquirir experiencia para gastar sus ingresos de la mejor y más sensata manera; saber entender y hacer análisis comparativos; comprender el funcionamiento del sistema producción-consumo; conocer y desmitificar los medios publicitarios".
Respeto de los Derechos del Consumidor Los expertos en salud pública Jean Halloran y Michael Hansen, en un informe emitido sobre los derechos del consumidor, determinaban que "los alimentos no son como cualquier producto de consumo. Diariamente tenemos que ingerirlos para poder crecer y vivir, forman parte fundamental de nuestra cultura y nuestras tradiciones, y constituyen, por tanto, una preocupación muy importante para nosotros. Es un derecho básico de los consumidores saber con qué se están alimentando, y qué tan seguro es lo que comen". En la actualidad, algunas normas cardinales fomentan el respeto de los Derechos del Consumidor y, asimismo, este concepto sagrado de la alimentación en la sociedad.
Hoy día, el consumidor debidamente informado no concibe el hecho de que los grandes intereses comerciales, le impongan una regla concreta en la selección y compra de los productos. Ese aspecto arcaico que la economía quería expedir en el consumidor a través de la publicidad, y que incluso actualmente expresa una diferenciación paradójica y absurdamente moral entre lo bueno y lo malo, es un aspecto discordante con la seguridad alimenticia que la persona ha logrado entender.
La seguridad es, ante todo, un derecho asumido que incita al ciudadano a intervenir libremente en el proceso de selección, compra y acaso una posible reclamación, en caso de alguna anomalía en el producto adquirido, o en los cauces comerciales que envuelven el hecho en sí de la compra. Según el experto Stephen Leeder, "ya no bastan los argumentos de autoridad como garantía de la seguridad en los alimentos".
El consumidor ha renegado del posible riesgo que podría correr su salud, "sólo para que las corporaciones puedan lanzar nuevos alimentos al mercado antes de que los reguladores tengan tiempo de reaccionar". De igual modo, incluso en aquellas casas comerciales donde la seguridad en el tratamiento de los alimentos es de una solidez exacerbada, no está totalmente asegurado el control de la salud humana, puesto que los avances tecnológicos todavía se hallan en constante desarrollo.
Por otro lado, la educación a la que antes se hacía referencia, no es una garantía fidedigna de seguridad alimenticia, sin embargo, impone en el consumidor una conveniente filosofía selectiva de compra: "Una información completa sobre el proceso de producción permite a los consumidores más precavidos elegir sus alimentos con mayor cuidado, y también hace posible detectar posibles riesgos para la salud".
El comprador deberá poner sumo cuidado en el etiquetado de los alimentos. Pero esto no es suficiente. Además, es importante para el consumidor el saber que en las etiquetas, junto al origen del alimento, deben aparecer las posibles modificaciones genéticas que el producto hubiera sufrido. Esta indicación, igualmente, se ha de acompañar por distintos medios, "como letreros en los escaparates, folletos o líneas telefónicas de información al consumidor (…) No proporcionar esta información constituye una práctica comercial engañosa y deshonesta.
La inexistencia de etiquetas terminará por perjudicar a algún sector de la industria alimenticia". Gary Goldberg, portavoz de los productores estadounidenses de maíz, argumentó en un debate público llevado a cabo por la Administración Federal de Drogas y Alimentos, que "muchas cosas hemos aprendido desde que todo esto comenzó a ser discutido. En primer lugar, que el consumidor siempre tiene la razón. Aunque sus razones no siempre parezcan razonables, él siempre tendrá la razón".

No hay comentarios: